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El complejo fenómeno de la disciplina

El complejo fenómeno de la Disciplina .Uno de los tópicos coyunturales al sistema educativo y, en su conjunto, a la educación, sea ésta reglada o no–formal, es la recurrencia a la disciplina, la consiguiente preeminencia de la autoridad y el soporte consustancial en el respeto a la norma vigente, como claves en la reconstrucción de unas relaciones educativas hipotéticamente desmanteladas. Las crisis, recuérdese, son consustanciales tanto al Estado del Bienestar como a nuestra propia existencia, y así, cíclicamente o no, cuestionamos el statu quo institucional, social e incluso personal. Sin embargo, el propio relativismo postmodernista cuestiona el cuestionamiento en tanto que pone en entredicho la existencia de normas que encorsetan las relaciones institucionales en regímenes disciplinarios, más o menos tamizados por la naturaleza de la institución. El nihilismo reniega de toda norma; los tradicionalistas recuperan la forja del espíritu por la disciplina. Los actores educativos, ante legitimaciones opuestas, se encuentran –de hecho– en la encrucijada de la duda entre recuperación y rechazo: recuperación equilibrada de unos mínimos por determinar, frente al rechazo de las imposiciones de antaño. En contextos como el nuestro, en el que la historia reciente de España nos ha proporcionado pedagogicismos de uno u otro signo, resulta fácilmente recuperable, incluso socialmente agradecido, el debate sobre la disciplina, entrometiéndose así la opinión de tertulianos y ciudadanía sobre la bondad de unas u otras prácticas. Estos discursos profanos pueden abocar, sin embargo, en el ninguneo de los profesionales. La teoría, la investigación, el estudio y la praxis socio–educativa nos ofrecen otros fundados referentes a considerar. Disciplina, autoridad y norma son componentes, todos ellos, susceptibles de análisis desde una perspectiva sistémica: el funcionalismo parsoniano, por ejemplo, combina norma y autoridad bajo el necesario “orden normativo” que regula las relaciones entre las partes de un grupo, organización, o institución; reservándose la disciplina a códigos de conducta propios a cada tipo de institución. La manifiestación actual es el reglamentismo, cuando la autoridad legal, por mayoritaria en clave democrática, encauza la autonomía personal hacia lo políticamente correcto. Ejemplos no faltan (tráfico, humos, alcohol, regímenes internos, etc.), pero todos ellos se conforman extramuros del campo profesional socio–educativo, porque de hecho, la sustantividad del profesional es actuar en procesos no–reglados. Por el contrario, los modelos de interacción simbólica, culturales, comunicativos y, en suma, intersubjetivos y constructivistas de las realidades sociales, presentan una aproximación a la interpretación de la norma, a las relaciones de autoridad y al sentido y significado de disciplina, eminentemente negociadas. Ejemplos tampoco faltan porque constituyen, de hecho, la buena práctica del profesional socio–educativo. Ahora la palabra es vuestra ante la doble cuestión que se suscita: ¿qué referentes cabe considerar en una aproximación multirreferencial al complejo fenómeno de disciplina, norma, autoridad, y transgresión?; ¿qué consideración debería darles en su práctica el profesional socio–educativo que interviene en un sistema pero actúa entre personas?

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