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El cambio universitario que se avecina


Por segunda vez en menos de una semana, los rectores de las universidades españolas se han dirigido al Gobierno en solicitud de ayuda para el mejor conocimiento del Espacio Europeo de Educación Superior (EEES), en virtud del cual los países miembros de la Unión Europea y otros 19 más fuera del área comunitaria -entre ellos Rusia y Turquía- se proponen armonizar sus sistemas educativos en un ambicioso programa de convergencia que será realidad en 2010, favoreciendo así la movilidad estudiantil, la homologación de títulos y un proceso de cambio y adaptación de la universidad a los nuevos tiempos.Dicha ayuda no consiste tanto en respaldar a las autoridades académicas ante las protestas -en forma de manifestaciones, asambleas, huelgas de hambre, ocupación de instalaciones, acampadas en recintos docentes, más algún lamentable aditamento de violencia, etcétera- de una parte del estudiantado como en la necesidad de emprender una campaña de divulgación sobre el Plan Bolonia, de manera similar a la que se hizo ante la implantación del euro. A mí, la verdad, me parece una excelente idea por una doble razón: el desconocimiento que existe de los verdaderos propósitos del mentado plan y lo que va a suponer en la enseñanza superior, y el despiste institucional existente a cuenta de los ministerios de Educación y de Ciencia e Innovación, por la confluencia de intereses y la separación de funciones y responsabilidades. Por una u otra circunstancia, es normal que entre los estudiantes surjan prevenciones, desconfianzas y temores ante la puesta en marcha de un nuevo sistema educativo, que afectará profundamente a su futuro personal y profesional. Mientras tanto, el profesorado apenas ha expresado oposición alguna al proyecto, por lo que cabe suponer que se muestra de acuerdo con el mismo, al menos en sus líneas generales. El EEES nace tras las declaraciones de la Sorbona, de 1998, que suscribieron los ministros de Educación de Francia, Reino Unido, Alemania e Italia, y Bolonia, de 1999, que firmaron otros tantos ministros europeos de Educación de aquellos años, unos de la UE y otros no, todos los cuales trataban de alcanzar un acuerdo conjunto sobre el proceso de convergencia universitaria. La intención cuajó y en sucesivas reuniones ministeriales se fue perfilando el proyecto, que persigue la organización de dicho espacio con arreglo a principios de calidad, movilidad, diversidad y competitividad, orientados hacia la consecución, entre otros, de dos objetivos estratégicos: el aumento del empleo en la Europa comunitaria y la conversión del Espacio Europeo de Formación Superior en un polo de atracción para estudiantes y profesores del Viejo Continente y de otras partes del mundo.Siguiendo la Declaración de la Sorbona, o Universidad de París, que destacaba el protagonismo esencial de las universidades en el desarrollo de la dimensión cultural europea, representantes de 29 países, entre ellos España, acordaron en la localidad italiana de Bolonia las líneas maestras para una Europa del conocimiento, "más completa y de mayor alcance, construida en particular mediante el desarrollo y fortalecimiento de sus dimensiones intelectual, cultural, social, científica y tecnológica". Los reunidos consideraban a tal efecto sumamente importantes la educación y la cooperación, "para el desarrollo y fortalecimiento de sociedades estables, pacíficas y democráticas".Los seis objetivos del Plan Bolonia se refieren a: la adopción de un sistema de titulaciones fácilmente legible y comparable -desaparecen diplomaturas y licenciaturas- basado fundamentalmente en dos ciclos principales: grado, de orientación generalista, y posgrado, de orientación especializada y a cuyo término se obtendrá el master o el doctorado; el establecimiento de un sistema de créditos, como el ECTS, como medio para promover la movilidad estudiantil; la promoción de la movilidad y la supresión de los obstáculos para el libre ejercicio de aquélla por parte de estudiantes, profesores y personal administrativo; el fomento de la cooperación europea como garantía de calidad para el desarrollo de criterios y metodologías comparables; la promoción de la dimensión europea de la educación superior y, en particular, del desarrollo curricular, la cooperación institucional, los esquemas de movilidad y los programas integrados de estudios, de formación y de investigación.


El principio que articula el nuevo sistema es el de adquisición de habilidades, frente a conocimientos, de modo que grados y posgrados están intencionadamente dirigidos a dar respuesta a las necesidades laborales existentes en la sociedad. Se ha previsto la creación de sistemas de acreditación mediante una evaluación interna y otra externa a fin de vigilar la calidad de cada centro formativo y su adecuación a los requisitos establecidos en el EEES. Además, se establece un suplemento al titulo en el que detallará, en formato común, las competencias adquiridas por los estudios y una explicación de las asignaturas cursadas. El ECTS antes mencionado es el Sistema Europeo de Transferencia de Créditos y está considerado como uno de los elementos políticos clave para la reforma universitaria en curso; un sistema de homologación en la formación superior, acordado primero entre universidades y luego entre éstas y sus Estados respectivos. Con él se calcula el tiempo medio de formación o aprendizaje que precisa el estudiante -su carga de trabajo- durante un curso académico.A partir de ahora, un crédito equivale a entre 25 y 30 horas semanales, de las cuales sólo diez serán lectivas o teóricas, correspondiendo el resto a horas de estudio, trabajos, seminarios... Desde el punto de vista docente, la consecuencia es una reducción de las horas de clase presenciales y un aumento de las prácticas tuteladas por personal docente. Como promedio, los grados requerirán de 180 a 240 créditos, que corresponden a entre tres y cuatro cursos académicos, y estarán adscritos a cinco ramas de conocimiento (arte y humanidades, ciencias, ciencias de la salud, ciencias sociales y jurídicas e ingeniería y arquitectura); los master de especialización necesitarán entre 60 y 120 créditos. El EEES es sin duda el mayor reto, el objetivo más ambicioso, que se afronta desde Europa y que, además de repensar la universidad y la docencia que en ella se imparte para su necesaria puesta al día, pretende también adaptar la educación superior al aprendizaje a lo largo de la vida, capacitando así a sus ciudadanos para una mayor competitividad y para enfrentarse a los cambios y desafíos que plantea la sociedad actual, junto al papel activo que se otorga a las universidades en el proceso de convergencia europeo. A partir de la entrada en vigor del EEES, las propias universidades pueden crear y proponer, con arreglo a planes y reglas establecidos, las enseñanzas y títulos que desean impartir y expedir, sin sujeción a catálogo previo gubernamental, como se obligaba hasta ahora. En el caso de la Universidad de La Laguna, hace tres semanas ha aprobado 17 propuestas de títulos de grado. Hasta finales de noviembre, el Consejo de Universidades había tramitado 700 memorias de solicitud de títulos de grado y otras 60 de master. También flexibiliza el Plan Bolonia la organización de las enseñanzas promoviendo la diversificación curricular y permitiendo que las propias universidades aprovechen su capacidad de innovación, sus posibilidades de desarrollo y conexión empresarial y las oportunidades de todo tipo que tengan a su alcance para su promoción y mejora.Con la Ley Orgánica de Universidades (LOU) de 2001 y sus modificaciones de abril y octubre del pasado año, el Gobierno español ya ha preparado las bases de adaptación a su convergencia con el EEES a través de la nueva estructura ya citada, garantizando al propio tiempo los derechos académicos adquiridos por estudiantes y titulados universitarios con arreglo a los sistemas educativos hasta ahora vigentes. Hasta 2015, los universitarios con estudios anteriores al Plan Bolonia podrán optar entre el nuevo modelo o continuar con el ya iniciado. Para el presente curso en el conjunto de España se pueden cursar hasta 162 carreras adaptadas a las nuevas normas de la UE y validadas por la Agencia Nacional de Evaluación de la Calidad y Acreditación (Aneca), con el visto bueno del Consejo de Universidades.Esta agencia, creada en 2002, es la encargada de contribuir a la mejora de la calidad del sistema de educación superior mediante la evaluación, certificación y acreditación de las enseñanzas superiores, los profesores y las instituciones académicas.


Cada comunidad autónoma dispone de su propia Aneca, con responsabilidades ceñidas a su propio ámbito, y con un plan estratégico de funcionamiento en el horizonte de 2010.Estamos -como apuntaba esta misma semana la ministra Garmendia en la reunión del Consejo de Rectores-, ante un proceso intergubernamental, con participación de muchos y muy distintos colectivos, desde Gobiernos a universidades, estudiantes, organizaciones sindicales y empresariales. Un proceso en el que la participación de todas las partes interesadas es imprescindible, y en el que reconocemos la variedad de los sistemas de partida, pues "la diversidad es una de las fortalezas de Europa". Por ello mismo y porque los países firmantes creen en "los valores que sostienen la mejor tradición de la universidad europea, el Espacio Europeo de Educación Superior se fundamenta en la autonomía institucional, la libertad académica, la igualdad de oportunidades y los principios democráticos".


En este contexto, el doctor Joan Rué, de la Universidad Autónoma de Barcelona, reputado entre los mejores expertos europeos en pedagogía aplicada, resume las necesidades actuales en la idea de que la Universidad no puede ser considerada como "una alta escuela de oficios". Hay que aprender desde la práctica y no sólo para la práctica, combinando la docencia con la investigación, mejorando las dotaciones ya existentes, implantando los idiomas extranjeros como materias comunes para las nuevas titulaciones (dada la movilidad en la Europa del siglo XXI), así como cambios sustanciales en la mentalidad de gestores, profesores y estudiantes, procurando que se estudie para aprender no para aprobar, desvinculando las tutorías de la orientación para los exámenes, manteniendo un margen de singularidad universitaria conforme al escenario social y escuchando las consideraciones de los alumnos, tal y como se dejó dicho en el encuentro europeo de estudiantes de Huelva en 2003.

Vía: Leopoldo Fernández Cabez de Vaca. diariodeavisos.com
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