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La disciplina en los Institutos. Asignatura pendiente


Tomemos los datos de un instituto al azar, de 900 alumnos, 350, son del primer ciclo de la Eso; ha habido 94 expulsiones, 657 envíos a aula de incidencia, y 1777 partes de incidencias. El estudio comparativo de disciplina, respecto a hace dos años, manifiesta una mejora muy significativa, donde hubo 3500 partes y 189 expulsiones.
Prácticamente la totalidad de partes y expulsiones corresponden a alumnos de la Eso, y en su mayoría a alumnos del primer ciclo.
La bajada tan espectacular de partes y expulsiones, se debe entre otras cosas, a que el instituto en cuestión, es centro TIC, desde hace año y medio, con las muchas ventajas que esto conlleva, y que aún no han llegado a optimizarse.
Los datos académicos, referidos a 1º y 2º de ESO, arrojan el siguiente balance: un 25 %, aprueban todo, siendo un 50%, los alumnos con 4 o más suspensos. Estos son resultados de junio, ya veremos, qué pasa en septiembre, ya que la recuperación, este año, y por decisión del claustro, se ha dejado para septiembre, así el alumno no tiene excusa, y tiene más tiempo para estudiar. Recordamos que el año anterior, había una única propuesta, por parte de las autoridades académicas, de hacer los exámenes o evaluaciones, extraordinarias, en el mismo mes de junio, una o dos semanas después de terminar las clases, que la mayoría, de los profesores, veíamos con recelo; luego los resultados, confirmaron nuestras predicciones, y este año, se nos ha consultado, aún a sabiendas, que tampoco es una solución definitiva, es posible, que sea mejor que la anterior. Y así ha sido, ya que ha habido, un ligerísimo aumento del rendimiento de los alumnos en las pruebas extraordinarias de septiembre, en relación a las del año anterior.
En vista de los resultados académicos y de disciplina, analicemos los hechos.
DISCIPLINA:
Los datos anteriormente señalados, nos parecen excesivos. Veamos, ha habido en un año 3500 partes de incidencia, bajando esta cifra dos años más tarde, a los 1777 del último curso.
El principal problema es la masificación: hay demasiados alumnos por aula, demasiadas grupos por profesor, lo que dificulta la comunicación, produciéndose una despersonalización. El profesor, si el alumno se pasa, no dudará en ponerle un parte. Lo ideal sería que él mismo, hablará con el alumno, para evitar que se repitiese la misma situación agrandada, y también con los padres, si fuera necesario, para llegar a acuerdos. Podría escribir una nota de comunicación a los padres, en el mismo cuaderno de la materia que imparte al alumno, que trajera firmada por el padre, en la próxima clase.
El profesor también podría, por el mismo procedimiento anterior, citarse con los padres y el alumno, cuando a los padres, les viniera bien, para repetimos, evitar llegar al parte de incidencias.
Antes de llegar al parte, tendría que haber negociado y renegociado con los alumnos conflictivos, dentro y fuera del aula, acuerdos mínimos por escrito. Aislar al alumno, dentro del aula, puede hacerle reflexionar, y echarlo al pasillo, bajo la supervisión del profesor que lo ha echado, puede ser un recurso, temporal, que tranquilice al alumno. Todos ellos, son recursos previos, al parte de incidencia, que podrían aplicarse, a nivel preventivo, si los profesores no estuvieran tan agobiados por tantas clases numerosas y conflictivas.
En los decretos de evaluación, se nos dice que “la función docente, conlleva la acción tutorial”. Esto traducido a lenguaje cotidiano, supone, que el docente, que imparte una materia, es el máximo responsable de lo que ocurre en su clase, y no puede eludir esta responsabilidad, echando balones fuera.
Haciendo partes, con tanta alegría, o expulsando a los alumnos, fuera de su aula, al aula de incidencias, no olvidemos el dato, 657 envíos a dicha aula, quizás pone de manifiesto, su incapacidad, para dar una respuesta educativa a esos alumnos.
Podrá argumentar que hay alumnos, que no quieren dar clase, y que a nadie se le puede obligar contra su voluntad, a educarse, por lo que, para permitir que se respete, el derecho a la educación, de los que sí quieren estar en clase y aprender, opta por la opción menos mala.
Tiene razón, al expresarse de esta manera, pues él no tiene la culpa de que algunos alumnos, bastantes según el curso, no quieran recibir clases.
Tampoco es su problema, analizar las causas, familiares, ambientales, legales, administrativas…, que propician esta realidad. Su problema es dar clases a los que quieren aprender.
Lo malo es que la realidad, le explotará delante suya, y le salpicará; por lo que si quiere no ser tan víctima de esta situación, bueno será que empiece a analizar la misma, para intentar comprenderla, y procurar al menos limpiarse, porque una cosa es segura, quiéralo o no, acabará “manchándose”....
Es de destacar, que los partes de incidencia, se ponen en su mayoría, por los profesores en el transcurso de sus clases. Es decir, tienen que parar la clase, o esperar para el final, y rellenar un parte, donde además de poner nombre y curso del alumno, hora en que ocurre, señalan el tipo de falta, que el alumno ha cometido, pudiendo también hacer, si lo estiman conveniente, una descripción de los hechos. Han de firmar el mismo y entregárselo al conserje, para que a la mayor brevedad, dé una copia al tutor, pasando el original a jefatura de estudios, donde se archivan.
El tutor, hablará con el alumno y hará llegar el parte a los padres de éste, a la mayor brevedad, invitándoles a que acudan al centro, normalmente en la hora de tutoría, donde si el profesor que puso el parte, está libre, puede aclarar lo ocurrido, para que los padres, llamen la atención, amonesten, o sancionen a su hijo, de manera que a ser posible, no se vuelva a repetir.
Puede ocurrir también, que para que no transcurra mucho tiempo, entre la falta cometida, y las consecuencias de la misma, entiéndase, información a los padres, para que éstos además de informarse, tomen conciencia del asunto, y se impliquen, para evitar males mayores, el profesor que realiza el parte, llame por teléfono a los padres del citado alumno.
Pero dado que un profesor, suele dar normalmente un mínimo de 5 cursos, que serian 150 alumnos, no suele llamar a los padres, por ser demasiados, y normalmente, las llamadas telefónicas, las hacen los tutores de los alumnos a quienes se ha puesto un parte de incidencia.
Aquí, nos encontramos otro problema: la falta de inmediatez. Pasa al menos una semana, entre que el alumno comete la acción no deseable y que los padres, vengan a hablar con el tutor.
Algunos centros agilizan el proceso, de los partes de incidencia, con una hoja cuádruple, autocopiable, de tal forma, que una hoja quede en poder del titular que ha hecho el parte, que a su vez entrega otra en secretaría rápidamente, para que ésta la envíe, con acuse de recibo, para evitar falsificaciones y garantizar que llega a los padres del alumno, que en un día reciben notificación por escrito. La otra hoja, la entregan al tutor, para que aclare lo sucedido con el alumno, y pueda citar a los padres, si lo estima conveniente, y la otra la entrega en jefatura de estudio, donde se archiva y será tenida en cuenta, para decisiones que comisión de convivencia, estime pertinentes.¿Demasiado papeleo?...
Algunos tutores con muchas tablas, sabedores de los beneficios de la inmediatez, pasan diariamente por conserjería, para ver si tienen partes, indicando a los conserjes, la conveniencia de que les entreguen los partes rápidamente. Inmediatamente, buscan al profesor que ha puesto el parte, para ampliar detalles, buscan al alumno, para que haga las alegaciones oportunas, cita a los padres por teléfono, para el día siguiente, normalmente en el recreo, que sabe, que los implicados, estarán libres y media en la confrontación.
Esto supone una sobrecarga para el tutor, sobre todo si el grupo al que tutoriza es un grupo de los conflictivos, donde abundan repetidores desmotivados, apáticos, absentistas, objetores académicos…, y curiosamente en los institutos hay grupos que no tienen ni un solo parte, y grupos con 300 y 400 partes. De cómo es esto posible, y de los criterios de agrupamientos, que se emplean, ya tendremos tiempo más adelante, cuando hablemos de la prevención del caos…
Sí, ha leído bien, pues lo que suele ocurrir en muchos casos, más se parece a un diálogo de sordos. El alumno, si respeta a los padres, en algunas ocasiones, negará los hechos, inculpando a otros compañeros, para no asumir su parte de responsabilidad; puede incluso alegar que el profesor que le ha hecho el parte, la tiene tomada con él.
Los padres, tratarán de exculpar a su hijo, para evitarse el mal trago de tener que tomar medidas; el profesor que le ha hecho el parte, se sentirá indignado, porque lejos de obtener el agradecimiento de los padres, por ayudar a educar a su hijo, éstos parecen más inclinados a dar la razón al alumno, dudando no solo de la palabra del profesional, sino de su competencia.
El tutor, intentará mediar para que haya un clima de mutuo respeto que facilite el entendimiento. Será tachado de corporativo, por los padres, al creer ciegamente a su compañero, que además ha tenido la buena disposición de acudir a la cita, para aclarar lo que hiciera falta, tal y como se contempla en el *Rof. El tutor, no se dejará confundir, por los intentos de manipulación del alumno, que ntentará arroparse con los compañeros, con expresiones que cuestionen la forma de dar clase, de tal o cual, profesor, con argumentaciones del tipo: “pregúnte en la asamblea, en la hora de tutoría…”
No le corresponde al tutor, juzgar ninguna situación, pero como conocedor de la trayectoria del alumno, porque recibe toda la información de los otros profesores, parece razonable que pueda mediar.
Sin embargo, no nos parece no ya razonable, sino posible, estar constantemente mediando, en un grupo de alta conflictividad, de los de más de 300 partes, que suelen ser grupos de refuerzo de lengua o de matemáticas, donde se dan varias circunstancias extremas: más de la mitad, son repetidores desmotivados, con prácticamente todas pendientes de 1º eso, y quedándole casi todas las materias de 2º eso, en las respectivas evaluaciones; la otra mitad, casi en su totalidad, desea cumplir los 16, para así quedar liberados de la “condena” de estar obligados a permanecer de aquella manera en los institutos; es decir, van al instituto porque les obligan, dado que si no van, los tutores les piden la justificación, y si no justifican las faltas, mensualmente dan parte, a los servicios sociales, quienes realizarán una visita a los domicilios.
Cuando haya más de un número limitado de ausencias sin justificar, antes era a partir del 5º día, con lo que el alumno, podía acumular hasta 30 horas de faltas a clase en el mes, de tal manera, que se veían grupos de alumnos, por el patio, que no asistían a una clase, los llamados “objetores académicos”, que además de molestar, a los profesores de E. física, increpando a sus alumnos, se liberaban de soportar aquel “profesor plomo”, y liberaban al resto de compañeros, de su molesta presencia, pudiendo por fin, dar la clase, a los que habían decidido quedarse.
Esto ocurrió, hasta que los profesores de guardia, tomaron consciencia de que tenían que vigilar, o controlar, mejor, hacer cumplir las normas, para que nadie confunda a los profesores, con vigilantes, y se llegó al acuerdo de que los alumnos tenían la obligación de estar en sus clases, y a éstas había que llevarlos, de “escolta”, pese a la resistencia de los alumnos, que no querían ir, y de algunos *Rof: reglamento de organización y funcionamiento que cada centro aprueba. profesores, que argumentando que habían llegado tarde, pretendían fueran enviados a la tan socorrida aula de incidencia, donde los profesores de guardia, se hicieran cargo.
Claro que, ante la posibilidad de que el aula de incidencia, tuviera dimensiones de salón de actos, se convino enviar a dicha aula, sólo los casos realmente excepcionales, es decir, cuando la situación fuera insoportable.
Así las cosas, y a pesar de los profesores más solidarios, que desean repartir su carga, para que todos compartamos, sus “marrones”, en el aula de incidencias, no parece que en general se esté abusando de la misma, exceptuando contados casos.
En defensa de éstos, y para que nadie piense, porqué no son tan solidarios, al final de mes, repartiendo el sueldo, de la misma forma que reparten el trabajo, hay que hacer notar, que cuando uno tiene que vérselas con 4 o 5 grupos de alumnos de los llamados conflictivos,con una media de 30 alumnos,por grupo o más,entonces te quedas sin argumentos y sobrevives,de la mejor manera que puedes. Eso sí, te acuerdas de los responsables en política educativa, que propician estas situaciones, del jefe de estudios, que te ha asignado esos grupos, ¿porqué a mí?, te preguntas, sin encontrar respuestas convincentes.
Recordamos que los profesores de Música, E. física, Dibujo, religión, pueden tener entre 9 y 12 grupos diferentes de alumnos. Pensar que te puedan caer, 4 o 5 grupos, de los denominados conflictivos, no es ninguna exageración.
Hasta no hace mucho, en 2º de eso, la mitad del curso se daba música y la otra mitad dibujo. Los profesores de estas asignaturas, tenían que pasar por todos los cursos de 2ª de eso, poco más de un cuatrimestre. Apenas podían conocer a los alumnos, lo que da idea, de que los que esto dispusieron, tenían muy claro, que lo importante no son los alumnos, sino la materia.
Pero volvamos a la tutoría. En muchas ocasiones, su mediación surte los efectos deseados. Pero cuando los niños abiertamente, no respetan la autoridad de los padres, y son éstos los primeros que vienen a quejarse de sus hijos, diciendo lo mal que se portan en casa, lo desobedientes, desordenados, indisciplinados, agresivos, peleantes, mentirosos…, que son, y piden ayuda, para ver cómo les pueden educar, porque se les han ido de las manos…, la situación a éstas alturas, se convierte en difícil de reconducir, al no haberse puesto los medios con anterioridad.
Algunos padres se quejan de que ya no pueden con sus hijos, estamos hablando de alumnos de 1º ciclo de eso. No les hacen caso, temen por lo que pueden estar ingiriendo, dadas las amistades que frecuentan. En ocasiones, hay un maltrato hacia la madre, mediante continuas faltas de respeto, descalificaciones, insultos, advertencias, amenazas de todo tipo, verbales y con intimidación física…, que suelen silenciarse por parte de ésta, no las vaya a cumplir, y el “maleducado” acabe fugándose de casa, o haciendo cualquier brutalidad, que pudiese lastimar no solo objetos, sino personas alrededor.
Cuando las cosas han llegado hasta aquí, ha habido una historia previa, acompañada de frecuentes periodos de absentismo, ya desde el último curso de primaria, conflictividad escolar, con llamadas de atención a los padres, silenciadas a veces, por evitarse un mal rato, o abiertamente ocultadas por el propio alumno. Ha podido haber alguna expulsión temporal del centro…, por alguna falta grave de respeto, o por acumulación de partes.
La mayoría de los padres, de estos alumnos, que son expulsados, lo que viene demandando del centro, es que les den una solución, pues la expulsión no resuelve la problemática de estos alumnos, ya que muchos de ellos, lo que desean es ser expulsados, así, no estarán obligados a permanecer en el centro, con lo que se liberan temporalmente del “secuestro legal”.
Durante el tiempo que permanecen expulsados, en general, gozan de más libertad para salir de casa, pues las tareas, que se les dan para que las hagan durante su periodo de expulsión, y no pierdan la conexión con el centro, al carecer de interés, para ellos, no las suelen hacer, entre otras cosas, porque lo normal, es que el padre y la madre, salgan de casa, a trabajar, y no van a obligar a alguien que se niega en su presencia, mucho más en su ausencia.
Así que, la mayor preocupación de los padres, no es que hagan los deberes, para que luego puedan reintegrarse al aula ordinaria, sino el hecho de que su hijo pueda estar en la calle, las amistades con las que se junta, el no saber qué pueden estar haciendo, consumiendo…etc.
Estas bandas callejeras de menores expulsados, absentistas, empiezan a cometer pequeños delitos, hurtos, gamberradas, y comienzan a ser un pequeño problema para la policía y para los jueces de menores, que intentan por todos los medios, meterlos en los institutos; allí es donde deben estar, tal y como dice la ley, aunque sea a la fuerza, con tal de que no estén en la calle…, “balones fuera-torpedos dentro”.
Y así es, estos alumnos, a su regreso a los institutos, buscarán la forma de que los vuelvan a echar, no sin antes, haber hecho de las suyas: destrozo de sillas, mesas, puertas, cisternas, lavabos, azulejos, paredes, tablones de anuncios, cerraduras con silicona, quitar teclas de ordenadores, pintadas…etc., además de las faltas de respeto a sus compañeros, profesores, manifiestas en burlas, amenazas, insultos…etc.
Esta ha sido parte de la realidad de los institutos, que más o menos silenciada, por unos, manifiesta por otros, ha sido el pan nuestro de cada día, en los últimos 7 años, desde que los alumnos pasaran masivamente de los antiguos colegios a los IES.
En las zonas rurales, la problemática se atenúa, entre otras cosas, por no haber problemas de masificación. Las estructuras “macro centros”, de muchos de los actuales Ies, no responden a modelos de calidad en la educación, sino más bien a criterios economicistas.
Por otra parte, hay mayor proximidad y contacto en la relación educativa. Los maestros, que conocen al alumno, desde que entró en el colegio, no dudarán en juntarse con los padres, servicios sociales, si hiciera falta, familiares del entorno con influencia positiva sobre el alumno problemático, que suele estar más aislado, al no encontrar el eco, y complicidad de otros compañeros problemáticos, como ocurre en los institutos.
Además el tutor del alumno, seguirá con el mismo, durante el ciclo de la eso, con las ventajas ya comentadas de la continuidad, a la hora de establecer estrategias conjuntas con los familiares.
Otra ventaja de las zonas rurales, es que allí, no hay tantos especialistas. Un alumno de 12 años no tiene 10 o 11 profesores diferentes en el mismo curso. Va a tener 4 o 5, que lo van a conocer bien, y a los que el alumno, conoce y respeta desde que era pequeño. Si la mayoría de esos profesores, han estado en este tramo de edad, 12 -16 años, durante toda su vida, en la antigua 2ª etapa de EGB, o el ciclo superior, que se llamó después, entonces, el éxito está más que garantizado.
La escasísima conflictividad de éstos centros rurales, prueba lo anterior, como también han podido constatarse en los institutos, el bien hacer, de los pocos maestros y profesores especialistas de la antigua EGB, que se integraron en los Ies, que tenían una amplísima experiencia, de más de 20 años, en el trato con adolescentes.
Lástima que fueran tan pocos, los que pudieron integrarse a los Ies, ya que se limitó su número, desaprovechando la pericia, fruto de la experiencia y sabiduría, que dan las tablas. Los primeros años fueron escandalosos. Se echaron en falta, a los maestros y profesores con especialidad, que sabían trabajar con la adolescencia, y que lo habían hecho durante casi toda su vida, con resultados mucho más eficaces, que los que hoy estamos teniendo, en educación.
Pero, se apostó por un intento de “bachillerizar la eso”, y aunque la intención, a priori, no era mala, se pretendía que los alumnos tuvieran más nivel en las distintas materias, y todo el mundo sabe, que cualquier profesor de instituto, en su materia, es una autoridad, muy superior a cualquier maestro o profesor especialista de la antigua EGB.
Se pensó, que dichos profesores licenciados en su materia, podrían transmitir con más pasión y entusiasmo, el gusto por aprender ésta, y así los alumnos quedarían “enganchados” para seguir avanzando, ya que las semillas que se habían plantado, eran de la mejor calidad…
Sin embargo, no se tuvo en cuenta, el “terreno”, ni a los que conocían el “terreno”, porque lo habían estado labrando muchos años.
Pero volviendo a los institutos, hay que apuntar, en honor a la verdad, que la mayoría de los profesores de instituto, están haciendo un esfuerzo enorme, por intentar desesperadamente dar clases, a quienes, al parecer, no están dispuestos a recibirlas.
Esto provoca frustración, desaliento, desánimo y gran pesar, en estos excelentes profesionales, que sienten estar perdiendo el tiempo, al ver un público tan poco receptivo. Ha habido excelentes catedráticos de instituto, intentando sembrar en 1º de eso, porque pensaban que si se ponían unas buenas bases, luego todo iría mejor. Algunos lujos, no se saben aprovechar, cuando uno es muy joven, y los alumnos de 1º de eso, en su mayoría, con su atención por las nubes, no sólo no valoraron lo que estaban recibiendo, sino que además, algunos se permitían faltar al respeto, a tan ilustres personas.
Y es que, no está hecha la miel, para la boca del asno, o quizá mejor, cada cosa, a su tiempo. Esto lo entendieron rápidamente los catedráticos, que además de ser excelentes en su materia, suelen pensar, que quizá el público de 1º de eso, lo que necesite prioritariamente sean “domadores”, que obliguen con paciencia, a dominar la atención, para fijarla en el cuaderno, encerado, explicación, ordenador, y no han vuelto por aquellos derroteros.
La palabra domador, suele aplicarse a aquellos profesores, capaces de dar clase, en los grupos tipificadas por algunos de imposibles, por el ganado que allí está encerrado. En términos taurinos, podíamos sustituir domador por torero, porque hay que dar buenos capotazos, saber cuando no entrar al toro, y ser un buen artista, para sobrevivir casi sin rasguños, de tamaña proeza, y lo más increíble de todo, es que suelen torear sin partes de incidencia, ni expulsiones al aula de incidencia. ¿Tendrán poderes para amansar al personal que hay allí?, o será que saben ¿cómo castigar si es necesario?
En primer lugar sólo castigan en el caso de que otras técnicas no hayan sido efectivas, como el refuerzo positivo a comportamientos incompatibles, extinción, saciación, entrenamiento discriminativo, control de estímulos…,es decir, que el mal que se impide castigando, es superior a las consecuencias negativas que siguen del castigo.
Castigan el comportamiento, no a la persona, para evitar comprometer las relaciones interpersonales.
Especifican claramente qué comportamientos, y en qué condiciones van a castigarse, a fin de que el alumno conozca qué es lo que debe evitar, y qué consecuencias tendrá no evitarlo. El alumno ha de asociar el estímulo punitivo con el comportamiento inapropiado, para poder inhibirse, o “cortarse”, mejor autocontrolarse.
Es conveniente que la aplicación del castigo sea lo más inmediata posible. Mejor castigar cuando empieza a portarse mal, que esperar a que realice toda la fechoría, y castigar después, o esperar varios días.
Es necesario que el alumno perciba como castigo, la aplicación del estímulo punitivo, no como premio, como cuando a uno lo liberan de la clase, y lo envían al aula de incidencias. Además es conveniente que el castigo, guarde alguna relación con la falta cometida, en el caso de envío al aula, sería con una tarea específica, en relación a la materia que se esté trabajando, aunque el envío al aula de incidencias, debería ser excepcional.
Es mejor retirarle algún beneficio, y variar el tipo de castigo, para evitar que pierda efectividad, por lo esperado y familiar que le pueda resultar.
En cuanto a la intensidad, es necesario que se aplique desde el principio, el nivel máximo, con el objeto de impedir su habituación. Siempre ha de relacionarse con la gravedad de la indisciplina.
Conviene antes de castigar indicar al alumno, lo que se espera de él, es decir, insistir en las posibles alternativas al comportamiento castigado. Con el castigo, el alumno sabe lo que no debe hacer, por ello, hemos de insistirle en lo que se espera de él, en lo que debe de hacer, para no ser castigado.
Hemos hablado del castigo, pero en realidad preferimos hablar del refuerzo positivo de los comportamientos alternativos, a los que producen castigo, con el fin de potenciar las consecuencias educativas positivas, de las conductas deseables.
Si reforzáis cada avance, si con vuestra atención, sorprendéis haciendo algo bien, a un alumno “difícil”, no dudéis en elogiar, animar, su conducta, pues con ello, conseguiréis, que este tipo de comportamiento aparezca más a menudo, y quizá desaparezcan las conductas disruptivas, que sólo pretendían llamar la atención, y fastidiar un ratito…
Lo de obligar, suena muy mal, en un tiempo, donde todo son derechos, y escasas las obligaciones. Afortunadamente, esta tendencia se va corrigiendo y ya empiezan a equipararse los derechos y las obligaciones. No obstante, cuando uno solo ha oído hablar de sus derechos, cuesta entender que también tenga obligaciones, y esto lo saben muy bien los adolescentes, que pretenden derechos de mayores, libertad de horarios, etc., pero para trabajar, o tener obligaciones, son menores.
Por otra parte, alguno de los ideólogos de la Logse, promotores convencidos de su bondad, cuando han regresado al tajo, de docentes, y se han topado con la triste realidad, no han tenido más remedio, que reconocer públicamente, que esto no es lo que soñaron, cuando diseñaron la ley, y han acabado, jubilándose anticipadamente, o volviendo a otros menesteres, menos frustrantes y más tranquilos.
Pero qué pasa, para que un niño de 12 años, que ha tenido una escolaridad normal en primaria, puede que con escaso entusiasmo por las tareas académicas, alguna que otra llamada de atención para que mejore su conducta, con escasas faltas a clase, como mucho en el último curso, algunas faltas no justificadas en el peor de los casos, pero que nunca fue expulsado, cuando llega al instituto, se convierte en unos años, en un adolescente problemático…
Vía: S. Sánchez García/Arturo Ramo, apliciaciones.info
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