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¿A mi qué Descartes?


Desprecio ¿social? de nuestra herencia cultural

Explicar una asignatura como Historia de la filosofía en una clase con 30 alumnos de segundo de bachillerato, en la que existen, además unos 4 focos distintos de murmullo y distracción, es algo bastante complicado. De ahí vienen, entre otras cosas, muchas de las faringitis, afonías, y nódulos de diversas clases que suelen machacar las gargantas de tantos profesores. Pero más frustrante todavía que eso es sentir el desprecio tan lleno de altivez como de ignorancia, de muchos alumnos hacia cualquier asignatura. El caso de hoy es el de Descartes, porque es mi asignatura, pero podría ser cualquier otra. La semana pasada, mientras trataba de explicar la duda metódica y el cogito cartesiano, tuve que renunciar a cualquier tipo de explicación complementaria a los apuntes que leemos en clase: en cuanto se deja de leer, los alumnos pasan.
Y así, en medio de una más de las muchas broncas que llevo este año en segundo, una alumna suelta (más o menos), aquello de "bueno, Miguel, pero es que tienes que entender que a nosotros Descartes no nos importa nada, y nos parece muy aburrido. ¿Qué nos importa a nosotros Descartes?" Y de este tipo de preguntas, me llama la atención dos cosas. La primera de ellas la comenté en clase: ¿Cómo es posible que despreciemos las aportaciones del pasado que nos han hecho ser como somos? La ciencia moderna, y todo el carácter racionalista propio de la cultura occidental derivan directamente del cartesianismo. Pero eso no parece ser lo suficientemente importante como para que nos fijemos en su intento de alcanzar, por los medios más extraordinarios que se puedan pensar, una verdad que supere todo intento de duda. En los tiempos en que la verdad es uno de los objetos más manoseados de nuestra sociedad, esto parece una pérdida de tiempo.Pero hay algo que me parece más llamativo: el cuestionamiento inmediato de toda la herencia cultural que hacen nuestros alumnos. 25 siglos de cultura occidental, progresando en cierta manera gracias a la contribución de pequeños grupos intelectuales, parecen no significar nada, ni merecer respeto alguno, para nuestros alumnos, gentes con 18 años cuyas aportaciones a la sociedad están aún por venir, y que en la inmensa mayoría de los casos estarán muy por debajo de lo que hicieron en su día seres humanos de la talla de Descartes, Newton o Marie Curie. Cualquiera de nosotros, en su época de estudiante, podía aborrecer la literatura, la física, la química o la filosofía. ¿Alguno se atrevía a decir que Juan Ramón Jiménez, Newton, Lavoisier o Platón eran una mierda? Nuestros alumnos sí. Y se quedan tan anchos.

Vía: Miguel Santa Olalla. Boulesis.com ; blogalaxia,tags:

Comentarios

Tomás González ha dicho que…
Quizá te ayudaría dejar de lado eso de que quizá tus alumnos nunca le lleguen a los talones a Descartes, pues es precisamente eso lo que les provoca altivez. El problema de enseñar eso que llamamos "alta cultura" es ponerla demasiado en alto. El profesor debería ser capaz de cuestionar la importancia de los grandes pensadores con el mismo desdén que lo hace el alumno de 18 años, y sólo desde ahí elaborar (junto con él) las justificaciones de su importancia. Después de todo es lo mismo que hizo Descartes en su tiempo.
Por último, creo que el profesor debe ser consciente de que no todo mundo está obligado a amar la filosofía.